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miércoles, 24 de junio de 2015



Capítulo 4: BOMBYX MORI

        A la hora exacta de mi cita me encontraba en el ascensor del edificio bajando al hall para encontrarme con Pablo. Recordé que tenía que avisar a Lisa para que enviase a mi domicilio la ropa y los zapatos que me pondría en el evento de esa noche; mientras, un tremendo nerviosismo invadió mi cuerpo y sentí un cosquilleo de estómago, como si diez Bombyx mori o gusanos de seda,  se hubiesen despertado en mi interior. Respiré profundamente y conseguí apoderarme de la situación. Cuando el elevador se paró en la planta baja y se abrieron las puertas, únicamente aprecié la silueta varonil de mi viejo amigo. 

- Hola, ¿qué tal?- dijo Pablo mientras me saludaba con un beso en la mejilla.
- Hi! Fine, and you?- contesté muy risueña en inglés.
- Pues dime, ¿dónde nos tomamos ese té británico o café que me has dicho por teléfono?
- Un lugar único y con encanto. ¿Nos vamos andando o prefieres metro?, pregunté.
- Prefiero andar, hace una tarde agradable, pero tú mandas- insinuó.
- ¡Genial!

        Comenzamos el trayecto dirección hacia Salters’ Hall Ct. para continuar por King Willian St. y cruzar el río Támesis por el puente de Londres, para llegar a Shad Thames. En veinte minutos, habíamos llegado a nuestro destino sin apenas darnos cuenta entre risas, preguntas, respuestas y cotilleos. 

- Butler's Wharf Chop House, ¡nuestro destino!. He reservado en la terraza una mesita para un café y un delicioso postre con vista al maravilloso Tower Bridge. ¿Te parece buena opción?- dije.

- Mejor imposible, y ...muy gourmet- afirmó Pablo.

        Nada más entrar, un serio pero amable camarero, nos condujo a nuestra mesa y cuando nos preguntó qué íbamos a tomar, me adelanté a Pablo pidiendo:

  “One ristretto and one latte coffee with Bramley Apple pie and sticky toffee pudding, thank you”.

Miré su cara de sorpresa y con gran expectación esperé a ver qué me decía.

- Ufff… pero ¡si recuerdas cómo me gusta mi café!
- ¡Claro!, ¿Por qué no lo iba a recordar? 
- Han pasado muchos años y podías haberlo olvidado.
- Ya. Pero, recuerdo una tarde en la que un chico incorregible tomó prestado en una cafetería una taza de porcelana blanca con las medidas de cantidad de café y sus nombres en italiano y dicha taza apareció en mi mochila por error.
- Jajaja ¡lo acabo de recordar!
- Pues a mí no se me ha olvidado.
- Perdón, eran otras edades.

       Mientras conversábamos amigablemente el camarero nos sirvió y degustamos una repostería exquisita en un marco incomparable, con vistas al río y al maravilloso puente londinense levadizo con sus dos torres de sesenta y cinco metros de altura. Mi culto amigo y gran aficionado al cine me nombró películas como Sherlock Holmes, La momia, Harry Potter y la Orden del Fénix, entre otras, en las que salía dicho monumento. Conversando me vino a la mente que no había contactado con Lisa y disculpándome, le dije:

- Oh! Acabo de acordarme que debo llamar a la oficina – y mientras marcaba en el móvil levanté mi mirada hacia sus ojos y volvieron a aparecer cientos de gusanos en mi interior.
- Lisa, perdona, necesito que me lleven a mi dirección la maleta que dejé en mi despacho, el portero ya está informado de ello.
- Mrs. Fernández, la maleta ya la tiene en su piso.
- ¡qué efectividad!, gracias.

      Descolgué el móvil mirando a Pablo de reojo y aprecié un gesto con su cámara del móvil, y una sonrisa pícara que me focalizada.

- Pablo, ¿no me habrás hecho una foto, no?- dije con tono humorístico.
- Pues sí, lo has adivinado. Simplemente quería tener una – me afirmó él.
- Bueno, es que no me gusta, pero… ok- comenté a la vez que me reía.
- Por cierto, no la vayas a mandar a ninguna red social – volví a mirarlo con cara de “espero que no lo hayas hecho aún”.
- Ja, ja, ja ¿cómo eres?, no has cambiado nada- insistió con su tímida mirada.
- Pues no, soy la misma y aunque llevo una vida algo caótica siempre la tengo controlada, aunque deberías de saber más aspectos de vida – dije a mi amigo con cierto aire de intriga.
- Y, ¿a qué esperas para contármelo?, necesito saber todo de ti y recuperar los años perdidos. – susurró en voz baja cerca de mi pabellón auditivo.

        Giré mi cara a la izquierda adosando mi barbilla a la suya y mi pulso se aceleró, junto con un cosquilleo estomacal, provocando en mí una necesidad imperiosa de un pasional beso, una inolvidable caricia o una seductora mirada. Acaricié lentamente su rostro con mis dedos hasta llegar al labio inferior sin que nuestras entrelazadas miradas se perturbaran, fueron segundos mágicos y únicos, en los que una despistada brisa atravesó un estrecho espacio generado por ambos cuerpo,  que para nada impidió, ese momento sensual de unir sus labios con los míos. Fue único, ardiente, irresistible e impulsivo. Después de sentir ese “grandioso” instante, respiré hondo y miré fijamente a Pablo, quién me había cogido la mano y me la acariciaba. No supe que decir, pero en mi interior había ganas de amar, de seducir, de conquistar,… me dije a mí misma: “AMO a este hombre”. Y le sonreí con gran complicidad.

- Ana, ¡tus besos son inimitables! Nadie me ha besado nunca así, he sentido algo único… ¡quiero muchos más! –expresó con un ronca voz.
- Vaya, pues quizás tengas más. –comenté avergonzada.
- Muchos más.- apuntó Pablo.

    Ambos sonreímos y hablamos de viajes, de trabajo, de dificultades, pero también, de proyectos e inquietudes. Hablé largo y tendido de la moda, las modelos más cotizadas en este momento, de las medidas y siluetas de vértigo de alguna de ellas, del front row, de la influencia del cine o de las obras de arte, de la cultura, de las primeras damas y las aristócratas, etc. Reconocí que el estilo de la mujer actual es más cómodo, práctico, urbano y casual; pero, ¡cuán magníficos fueron los modelos de New Look de 1947 de Christian Dior!, quién llenó la vida de fantasía con su primera colección de Alta Costura en París, realzando el busto, ciñendo las cinturas y creando faldas de bailarinas. Y es que no debemos de olvidar que Dior se burló de la pobreza y de la falta de tejido de la posguerra. Y es que yo me planteo en la situación actual de “CRISIS” ser una revolucionaria de la moda y adoptar ese estilo romántico, aunque implique volver a un corsé y a los forros de la Belle Époque, ser una vendedora de sueños sobre tacones de aguja y sombreros tipo platillo volante. 


     Todo este enfoque nos proyectó en temas políticos, en la moneda única y ver otras situaciones económicas en otros puntos de Europa.

        Hubo momentos de ternura y de delicadas palabras personales, entre ambos, que transmitían cruce de destinos y de años de silencio. Pero, siempre con ese toque de humor que inevitablemente tiene la gente del sur, aunque puede llegar a ser tan pasional y erótico sólo con una mirada. 

      En uno de esos instantes y apreciando un cielo londinense en tono “royal blue”, hice un gesto al camarero para que me cobrara de mi “credit card”. Pablo intentó que el camarero le cobrase a él, pero mi fija y penetrante mirada sobre dicho señor, hizo que éste, no se lo pensara. Y, mientras firmaba el ticket de la consumición, ratifiqué sin más:

- Pablo como el Hotel ME en el que te alojas está muy cerca del Royal Opera House cuya dirección es Bow St., Covent Garden, si te parece nos vemos a las siete y media en la terraza-bar del anfiteatro. 
- Perfecto, allí estaré.- dijo con cierta entonación en sus palabras.

http://www.melia.com/es/hoteles/reino-unido/londres/me-london/index.html

   Mientras salíamos de Butler's Wharf Chop House despidiéndonos de los camareros y aproximándonos a la parada de metro más próxima para ir a nuestros diferentes destinos, Pablo me arrulló en un tierno abrazo con un dulce y largo beso, y allí permanecían nuevamente instalados en mi barriga esos “Bombyx mori”. 

- Adiós, amigo- dije alejándome lentamente y separando poco a poco su mano de la mía.
- Adiós, algo más que amiga- insinuó él.

  Y pasando mi Oyster card por el lector amarillo de la estación, miré para detrás, y allí estaba él, mirándome, y haciéndole un gesto de extrañeza con mi cara, le dije con sonrisa modesta:

- Recuerda, ¡puntualidad británica y gentleman en vestimenta!, bye bye.

  Y me perdí entre la gente por el subterráneo.


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