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viernes, 7 de agosto de 2015

Capítulo 6: "Camuflaje"



- ¡London, 20ºC, mayormente nublado con períodos de lluvia! – dijo la presentadora de la BBC Weather.


       Con gesto desapacible abrí el armario para alcanzar un pantalón pitillo de piel, color caqui, con camisa de seda estampada con motivos pasley, pañuelo de seda, bolso color vino de piel de avestruz y salones de rafia con puntera y talón en piel burdeos. Y, ¡claro, cómo no!, un trench beige de Zara, de botonadura cruzada y cinturón de piel marrón. Versión lady con cierto aire de camuflaje en tonos neutros, cómoda, casual y con tendencia a las órdenes de ¡YA!, o de un grito de guerra ¡Rompan filas!




       Presentía que mi día iba a ser gris marengo, asi que, lo embellecí con look militar para la conquista de varias reuniones en la oficina. Y mientras, me maquillaba el ping del WhastApp sonó. Era mi hija mayor quién me escribió:



- Morning, MAMI! Have a good day!





       Me alegró ese instante, pero me preocupó que me escribiera; puesto que no le dejaban utilizar móviles, así que ipso facto respondí:



- ¡Hola cariño! Espero que tú también tengas un maravilloso día. ¿Te ocurre algo?, ¿estás enferma? Me extraña que me escribas tan temprano.


- No tengo un buen día, mami. Y estoy resfriada.


- ¡Vaya! Ya somos dos…

- Pues, tómate un colacao calentito con tostada y un paracetamol.

- Sí, claro, lo haré. ¿Ya sales para la oficina? ¿cuándo regresas a España? ¿vendrás a verme antes de irte?

- Of course. Aún no sé cuándo regreso, ni cuál es mi itinerario, pero seguro que antes de marcharme te doy un gran beso. ¡Anímate, preciosa! Y miremos estos días grises como si fuesen MISIONES DE PAZ. Yo, de hecho, me he camuflado con mi vestimenta, ja ja ja…

- ¡Gracias mami! Eres muy guay. Millones de kisses.

- Pues, un fuerte beso, y no wasees más que te van a llamar la atención. Escribe a tu padre un mail y manda besitos a tus hermanos. ¡Vale!

- Bye, bye.

- Muac! Bye.



       Me dirigí a la cocina para ponerme un té con leche mientras escuchaba de fondo la BBC con las noticias. Pero, lo único cierto, es que sonaba a murmullo, mi mente estaba en otra dimensión. Había pasado una noche anterior inolvidable con una magnífica persona, me había sincerado, no estaba segura de lo que ahora ocurriría, me pasaba por la mente distanciamiento, excusas, peticiones, promesas y angustias. Todo a mi alrededor cambió de color. Pasé del brillo de un diamante a un ónix, sin embargo, necesitaba continuar y mantenerme atenta a cualquier señal que marcase mi destino. Estaba decidida a dar un paso en mi vida.



       Cuando finalicé mi té, me dirigí a la oficina y quise cosquillear a las nubes grises. No me iban a arruinar esa fuerza interior, ¡esas ganas de ser feliz!


       Y de nuevo, llegando a la City, sentí a esos Bombyx mori. Mi estado era un peregrinaje, pero no en el sentido de un hacer un sacrificio, si no más bien, como un recorrido que alguien realiza, de un lugar a otro, con el hecho de buscar o resolver algo. Quizás, yo necesitaba hallar la resolución de mi propio camino, con mi equipaje de virtudes y defectos, poniendo orden a una vida acelerada y plantando cara a los problemas familiares. Y, mientras iba andando con paso firme, una agradable voz procedente de la otra acera, me dijo: 


- Ana, ¿do you want a coffee? 


       Giré la cabeza para encontrarme con el timbre conocido de la voz de Lisa, mi querida y efectiva secretaria, y con movimiento de cabeza afirmé a la vez que decía:


- Buenos días, Lisa.



       En ese instante, una molesta lluvia, comenzó. Y es que, uno de cada tres días del año son lluviosos y, aunque no llueva, los cielos grises y plomizos son un clásico en tierras londinenses. Estoy segura que la ciudad de Londres recibe pocas horas de sol al año, al menos, en comparación a las ciudades del sur de Andalucía, y es por ello, que se le encasille como ciudad con climatología espantosa, y la arrastren a esa fama de ciudad triste y gris; que, sin embargo, París o Amsterdam no la tienen. Y, además, pensé: ¿para qué preocuparme de ese tema ahora?. 


       Entré en Harris and Hoole, una cafetería de camino a la oficina con asiduidad de compañeros de la empresa, pidiendo - como siempre - un café latte de 2.30 pounds. Mi gran persona de confianza y amiga Lisa, me miró comentándome de antemano: 


- Ana, ¿qué tal ayer? ¿te gustó el concierto? ¿y la cena?
- ¡Oh! todo estuvo genial y gracias a Peter y a ti. 
- Sin embargo, ¡jefa! hoy la veo muy tristona. 
- Creo, que es este tiempo tan gris. Y una llamada de mi hija a primera hora, me ha dejado muy pensativa y quizás, un poco agobiada. ¡Debería ir a visitarla!
- Y , ¿por qué no vas? A ella le vendrá muy bien verte y a ti, ... a ti te dará esa fuerza que siempre tienes y que te hace única.
- ¿Tú crees, Lisa?
- Of course.
- Pues, ¡sacaré tiempo e iré a verla!
- Es necesario, Ana.
- Gracias Lisa, eres un amor y todo discreción. Por cierto, mi agenda de hoy está a tope, ¿no? - gesticulando con cara de desesperación.
- Ana, los días complicados y con la agenda llena de clientes que atender, son los días que más rápidos pasan. ¡Vamos a la oficina y disfrutemos de estas complicaciones!
- Pues, tienes toda la razón Lisa. Afrontemos los días grises con todas sus complicaciones.

       Y terminando el sorbito del café latte, mientras dejaba la taza encima del mostrador, recordé esa cita tan intrigante que tenía a las cuatro de la tarde con una empresaria francesa. Fuimos caminando hasta la oficina y una vez en el edificio, entrando en el ascensor, le dije a Lisa:

- Cuando puedas, a lo largo de la mañana, ¿me podrías investigar sobre la firma PORTOVELHO? Creo que quedé con la propietaria a las cuatro y antes quiero estar informada de la compañía.

- No te preocupes Ana, te informaré de todo lo que averigüe. ¡Buen día! 
- Gracias Lisa, igualmente.

        Cada una nos dirigimos a nuestros respectivos puestos y comenzó para mí, una estresante jornada de trabajo con grandes problemas, aunque con una multitud de visita por mi despacho. Todo el equipo necesitaba conocer cómo había pasado la noche, les podía la intriga y querían saberlo de primerísima mano. El primero en aparecer fue Peter. ¡Qué gran personaje por descubrir! Su vestimenta era singular, británica y con estilo clásico, aunque algo chapado a la antigua. Destacaba un chalequillo en tono canela a juego con una corbata de cuadros en lana fina con un coordinado perfecto y camisa oxford beige. Con su saber estar y su aroma de sensualidad mediterránea se sentó frente a mí y me preguntó:

- ¿Qué puntuación le darías al director de orquesta Vladimir  Fedoseyev ? 

- Pues cómo puntuar a uno de los grandes, Peter.

- ¿Cómo valorarías del uno al diez la comida francesa de Poule au Pot Restaurant?

- Comimos fenomenal y el servicio fue de diez.

- ¿Podrías contestarme al siguiente test?

- ja,ja, ja.... - una gran sonrisa con carcajada incluida desbordó en mi interior afirmando varias veces con mi cabeza.

- El acompañante varonil iba vestido correctamente :
a) no     
b) Dejó mucho que desear     
c) Un sastre perfecto

- Mi respuesta, querido Peter es c) , perfectamente vestido con un sastre de Savile Row confeccionado en Mayfer.

- ¿Hubo un feeling especial en una noche mágica?
a) Si     
b) No    
c) Quizás

       Volví a sonreír a la vez que me puse de pie susurrando a mi querido director de moda:

- Quizás hubo feeling, quizás habría que preguntárselo a él también, quizás, quizás, quizás... - contesté con un tono musical de Nat King Cole. Y girando mi ordenador busqué rápidamente en you tube dicha canción.



       Lo que no me podía imaginar es que Peter se levantara y me alcanzara mi muñeca girándome cuál bailarina de salón. Mientras danzábamos, las risas fueron las protagonistas. Le dí un gran beso en su mejilla a la vez que le daba las gracias por sacar lo mejor de mí. Y tras este paréntesis de improductividad laboral, pero de gran subidón personal, abrí la puerta y dije, ¡bye bye! a mi caballero británico. Minutos posteriores y escuchando "Solamente una vez" de tan melódico timbre de voz , me concentré en el estudio de mercado de un servicio que se comenzaba a difundir en nuestros eventos, siendo su target o destinatarios últimos, mujeres de edades comprendidas entre 30-50 años. Abstraída en el análisis del comportamiento del consumidor, estadísticas y captaciones de clientes para satisfacer sus necesidades, una llamada en la puerta me distrajo de finalizar una conclusión de mercado. 

- Adelante, pase - dije con voz seria.

- ¡Buenos días Ana!- me saludó amablemente mi publicista Clemente.
- ¡Buenas días, Clemente!, te iba a llamar ahora para realizar un briefing o informe para una nueva campaña publicitaria y me gustaría que el documento lo elabores lo antes posible. - miré atentamente a mi apuesto joven mientras le entregaba toda la documentación, pero observé que algo le inquietaba, así que le pregunté:

- ¿Necesitas algo más?
- Noooo, claro, estudio la documentación y ya nos reunimos. Ummmm, sólo saber ¿qué tal la reunión de anoche? Te veo muy bien.- Me notificó el gran noble italiano.
- ¡Genial! Dos amigos en Londres, buena música y una cena muy "romantique".- Afirmé con gran naturalidad dejando imaginar el desenlace.

  Desenlace que yo misma quería imaginar. Por un momento alcancé el móvil y decidí mandar un mensaje a Pablo, pero un murmullo de gente en el pasillo, junto a mi puerta, hizo que abriese y cotilleara. Y no me extrañaba nada que las chicas de la compañía estuvieran tan revueltas, puesto que había llegado a la oficina, David Gandy, un top model que gracias a su minúsculo bañador blanco del anuncio que en 2006 lanzó del perfume, Light Blue, de Dolce & Gabbana, se alzó con importantes trabajos y altas cifras monetarias en sus cuentas. Decidí saludarlo e incluso con móvil en mano, le iba a pedir un selfie, para enviársela a mi hija. Un joven muy atractivo y simpático que seducía con su aroma de enebro, pomelo, musgo, mandarina y otros deleites aromáticos. 




       Tras esta algarabía, recibí un sms de cuatro palabras y una coma, que decía:


       " Buenos días, lady girl"















miércoles, 1 de julio de 2015

Capítulo 5: RUSIA ROMÁNTICA




Capítulo 5: 
"Sencillez, Buen gusto y pulcritud" 

       Enfundada en un vestido cóctel vintage de satén de licra negro con corpiño ajustado, gran escote en espalda, mangas francesas y canesú de tul moteado transparente con cinturón joya ancho con rico bordado de estrás en color plata que también resaltaba en hombros, unas sandalias de tacón de aguja en cuero negro que imita la piel de serpiente con detalles plateados de Jimmy Choo, un bolso malla de la década de los 80 de Paco Rabanne, hecho con cuero negro y discos de aluminio, finalizado con unos pendientes en cuarzo fumé y oro blanco, regalo de mis amigas por mis cuarenta años y que los llevo siempre conmigo, porque su diseño en cascada con tres piedras de una irregular y desigual forma, dan un toque natural y aire favorecedor a la cara, gracias al toque traslucido del material empleado. 


       Bajé con el glamour de una actriz de Hollywood, del típico taxi inglés color negro en la entrada del Royal Opera House, sintiendo una gran expectación por la mirada de mi conquistador español, y mientras me dirigía con paso firme y taconeo singular, por el brillante suelo de parqué de madera, en dirección al bar del anfiteatro, observé un apuesto “gran” hombre enchaquetado, atractivo y con un estupendo fachón en uno de los laterales de la barra. Y, ¡cómo no!, los bombyx moris aparecieron de nuevo. 


- Hola- dije mientras le daba un sensitivo beso cerca de las comisuras de su boca y acariciándole dicha zona con los dedos para limpiarle el gloss que mis labios le habían coloreado.

- Estás impresionante, Ana.

- Gracias Pablo, debo de reconocer que tú estás de diez. Y que conste que es mi máxima puntuación en el vestir. Sencillez, buen gusto y pulcritud son los tres fundamentos del buen vestir.

- Vaya, pues, me voy a ruborizar. Por cierto, ¿esos tres principios de vestir son tuyo?

- Ja, ja, ja. Son de Christian Dior. Pero, los he adueñado como míos.

- ¿te apetece tomar algo?

- Prefiero en el descanso, pero deberíamos reservarlo a nuestro nombre.

- De acuerdo.

       Y mientras, Pablo en un perfecto inglés, reservaba el menú que posteriormente íbamos a degustar; yo, junto a él, extasiada de su varonil olor, me evadía en un obsceno sueño de fantasía. Perturbada por dicha situación, pedí a uno de los camareros un vaso de agua, y volví al momento en cuestión. Mientras estaba bebiendo, Pablo me alcanzó mi mano izquierda entrelazándola a la suya, y me estremeció todo mi cuerpo, deposité el vaso en la barra y lo miré para seguirle a dónde él quisiera llevarme. En unos instantes posteriores, me encontré sentada en la butaca de la fila tercera y aplaudiendo a Vladimir Fedoseyev, un director de orquesta aclamado mundialmente por sus interpretaciones únicas y llenas de sensibilidad, con repertorios de Shostakovich y Chaikovski, entre los más conocidos. El sonido penetrante de la cuerda frotada en violines, violas, cello y contrabajos hizo que un momento tormentosamente vibrante despertase toda una expectación en la sala, fue como una llamada de atención para los espectadores, quienes ensimismados y absortos en la armonía musical que iba guiando con batuta en mano un magistral coordinador de tan numeroso equipo, nos introdujo en un ambiente de intriga, de miedos, de pasiones tormentosas, de pensamientos puros y vivencias anheladas. Y allí estábamos los dos, prestando un interés especial a un arpegio de violín allegro molto. Fue entonces cuando nos miramos, y coincidió que el acorde se hizo melódico, dulce y suave. En la mirada había complicidad y deseo. No podíamos negar que algo estaba comenzando. En ese especial momento sonó: The second waltz, de Dmitri Shostakovich, una pieza de la vieja Rusia con gran sentimiento, un vals único que me permitió cerrar los ojos y viajar en el tiempo; recordé de mis estudios a la dinastía de los Romanov, y la vida mundana de los siglos XVIII y XIX de una Rusia enlazada, indisolublemente, a los bailes, a las celebraciones elegantes, a los vestidos pomposos, con joyas y otros símbolos de vida lujosa. Me situé en la sala Nikoláiev, del Palacio de Invierno, en el 'Gran baile' que marcaba el pistoletazo de salida de la temporada, llevando en mano el carnet du bal, donde inscribía el nombre del caballero con el que deseaba bailar una polonesa, una mazurca o una cuadrilla. 


     Recordé el lenguaje de los abanicos utilizados para fines comunicativos. Gestos como:



-Si el abanico estaba abierto y la dama lo agitaba a cierta distancia ante sí: “Estoy casada”.

-Si se cerraba el abanico: “Me resulta usted indiferente”.

-Si la dama abría sólo el primer pliegue del abanico: “Conténtese con mi amistad”.

-Si el abanico está completamente abierto: “Es usted mi ídolo”.

       Y me planteé: ¿qué hago yo con el abanico?...Oh my God! , pensé en inglés. Y es que mi profesora de historia del vestir nos decía que el éxito de una temporada de baile, en aquella época, no se medía únicamente por el esplendor de las recepciones y de los vestidos, sino también por la cantidad de parejas que, a resultas de ella, contraían matrimonio. Así, que el manejo del abanico me suponía un desgaste total en mi forma de pensar. 


       Mientras la magistral interpretación de la orquesta continuaba con su programa; un extraordinario cúmulo de sentimientos emanó de mi interior, giré levemente mi cabeza y aprecié la corta distancia que había entre nuestras manos. Fue en ese instante, cuando le acaricié suavemente y volvimos a mirarnos profundamente, tanto... qué mi mente soñadora se desorientó, y, ¡no era plan!...pero, ¿cuál era mi plan?, ¿organizar o desorganizar mi vida?

       Lo seguí mirando tiernamente, o mejor dicho, coitalmente; cierto y verdad es, que las mujeres de nuestra edad somos bombas hormonales experimentadas que miran a los hombres con otros deseos. Personalmente, pienso que ellos tienen vertientes o trayectorias en sus vidas por las que circulan paralelamente a la mujer y según les convenga, se cruzan en dicho camino, o no; o bien, se instalan cual "okupas" en nuestras vidas para acomodarse sin picaresca alguna. Pues a estos segundos decirles que somos 《guerreras generacionales》, que buscamos superaciones personales, que nos enfrentamos a pequeños como a grandes desafíos y que somos heroínas de muchos cómics. 

       ¡Tanta reflexión, no me llevó a templar mis deseos ardientes!, pero, todo un público aplaudiendo, ¡sí que lo hizo!. Así que nos levantamos en el descanso para dirigirnos al anfiteatro y un sensual beso rodó en mi cuello. Reconozco que mi interior percibía un cosquilleo fuera de lo común; "bombyx mori", oh my God!....

-¡Si estos gusanos no se marchan los tendré que alimentar yo!

Mientras el taconeo sensual de mis zapatos se escuchaba por el parqué, Pablo me preguntó:

- Ana, ¿te está gustando? 

-Sí, realmente me fascina. He leído que su director es de San Petersburgo y galardonado con prestigiosos premios internacionales; además, miembro honorario, desde 2012, de la Academia Rusa de las Artes.

- Pues, ¡gran director y gran hombre!

- Sí - dije mientras sonreía y a la vez que el camarero nos servía el aperitivo con un vino rosado.

       Fui saludando de lejos a mis amistades de la " British Société", y colegas del mundo laboral. Observé que no me miraban tanto a mí como a mi apuesto acompañante y eso me producía una risa intermitente y contagiosa.

- ¿Qué te ocurre Ana?

- Pues que me saludan para ver con quién estoy.

- Pero, ¿hay algún problema? 

- Ninguno, ¡es puro morbo! - le dije con cierto secretismo.

- Prefiero descubrirte poco a poco. Eres una chica enigmática. Y tu jeroglífico aún no lo he acertado.

- Ja, ja... Creo que sabes poco de mí. 

       Acercándome a su oído le comenté en voz baja:

- ¿Sabías que Nefertiti se separó del rey hacia el 1368 a.C.? Y ¡Qué era una mujer de extraordinaria belleza! 

- ¡No me digas! ... pues, ¡sí que estaban avanzados en esa época! Resulta que por motivos laborales estuve en Berlín, y como tenía tiempo libre, visité el museo "Neues", donde se encuentra el busto de Nefertiti; y recuerdo que le llaman la Mona Lisa de Amarna.

- ¡Vaya, pues eso, yo no lo sabía!; conocía que sólo tenía pintado el ojo derecho y que su gesto apacible podía ser una sonrisa, una mueca de sabiduría o bien, un ademán de desprecio. Y lo recuerdo porque yo estuve en Ciencias mixtas con Arte, ¿te acuerdas? 

- Sí, claro.

-¡Pues para el examen de selectividad tuve que estudiar un montón de dispositivas!; pero, visitaré Berlín e iré a contemplar tal belleza.- Afirmé a Pablo.



       Pasados unos minutos, el timbre de aviso para la segunda parte del concierto, sonó y nos apresuramos para llegar a nuestros asientos antes de que las luces se apagasen. Comenzó un repertorio musical de Chaikovski con un "andante sostenuto" en Fa menor, con vibrante reflejo de la situación social y musical de aquella época, que cautivó a toda la sala. Sin ningún tapujo y directo, mi acompañante entrelazó su mano a la mía y la acomodó sobre el cruce de mis piernas. ¡Yo respiré hondo!; noté cierto nerviosismo con dicho gesto, y descubrí sensaciones olvidadas y en desuso en mi día a día. Las caricias entre ambos y el roce de nuestra piel, realmente me sobreexcitaban. Me encontraba complaciente y con un apetito sexual sin ataduras. En mi mente se instaló el deseo, las ganas de descubrir un nuevo amor y la esperanza a vivir oportunidades que pasan delante de nosotros, ¡y que no se deben dejar escapar! Hay que esforzarse por conseguir el "amor verdadero", sin dudas, sin miedos, aceptando los cambios y adaptándose a todas las circunstancias. ¡No quería ser enigmática!, con él tenía un diálogo sincero, culto, divertido, jovial, de gran complicidad; pero, evitaba hablar de mi vida privada. No hablaba de mi familia, no le contaba mis preocupaciones, no quería que esos momentos tan maravillosos desapareciesen, tenía miedo que mi profesión y mis viajes volviesen a ser motivos de "ruptura". Este esquema mental se fue desvaneciendo en un final apoteósico de instrumentos musicales que alcanzaban un "allegro con fuoco" y un "pizzicato ostinato". Todos los presentes, aplaudimos de pie a tan maravillosa interpretación. Mientras se desalojaba poco a poco el teatro, Pablo me leyó el pequeño folleto informativo de Rusia romántica con respecto a la última interpretación del programa presentado:

- ¡Escucha lo que dice aquí, Ana!- levantando dicho boletín y acercándose a mi pabellón auditivo - Esta parte es un canto a la necesidad de ser felices y el propio Chaikovski decía "si no encuentras razón para la alegría dentro de ti, mira a los demás".

-¡Vaya, pues sí que es éste compositor sabio!

- Pues... ya sabes pequeña, ¡mírame a mí! 

- Pero, ¿qué quieres decir con eso?, ¿acaso yo no soy alegre?

      Pablo me acarició el rostro con su mano y me besó tiernamente en la mejilla.

- Alegre, sí. Pero ¿eres del todo feliz?



        Con cara sorpresiva y un silencio en mis cuerdas vocales salí del Royal Opera House cogida de la mano con este "gran" hombre. Aprecié un revuelo de fotógrafos con flashes y visualicé al actor Hugh Grant, a Lady Middlenton y una sexy Taylor Swift con sus labios rojos de la línea Dragon Girl de Nars, vestida con un coqueto "cóctel dress" en color rosa palo con stiletos en igual tono.

Entre los paparazis, saludé con gran efusividad a mi amiga Lorena Beltrán, una bloguera española afincada en Londres, a quién le presenté a mi compañero e hizo que posásemos con gran desparpajo delante su cámara. Abrazados y diciendo cheese, escuchábamos el shooting de una fotógrafa profesional. Quise ver nuestra pose digital, a la vez, que le pedía a mi vital amiga que me las mandase por mail. Debo reconocer que hacíamos una "pretty couple". ¡Qué genialidad sentirse así! Recordé las palabras de Peter Gless, que decían: 《Todo en la vida es temporal》. De ahí, que dictaminé pensar más en mí y deleitar de todo lo que se me presentase en mi vida.

      Nos subimos a un taxi dando la dirección del restaurante donde Peter nos había reservado:

- Good night! please to 231 Ebury St. " Poule au Pot Restaurant" - dije al taxista.

- Good night! Perfect - respondió en un inglés hindú. 


      Pablo me miró y me comentó:

- ¿Comida francesa?

- Supones bien, ¿hablas francés?

- Sí, estudié un año allí. 

- D'accord...pues te encargas de elegir el menú. No he estado nunca, pero mi compañero Peter insistió. 

- O sea, ¿tu director de moda nos ha preparado la noche?, ¡tendré que hablar con él para que nos organice muchas más!

       Fueron momentos muy inocentes con toques humorísticos. Cuando el taxi llegó a la altura de Victoria Memorial girando para alcanzar "Constitution Hill" observamos un Buckingham Palace muy resplandeciente y ambos afirmamos lo cuidado que estaban los jardines y las flores de aquel entorno tan idílico. Tras pasar por Duke of Wellington Pl. y por Upper Belgrave St. nuestro destino se aproximaba y en unos dieciocho minutos más o menos, desde la salida de Covent Garden, nos paramos justo delante del coqueto bar francés 《La Poule au Pot》. Sencillamente, me encandiló su terraza exterior con la bandera y los grandes macetones; pero, ya, en su interior percibí un exquisito y delicado mobiliario con toques de "La France": predominaba entre las mesas un enrejado tipo gallinero con racimos de uva que colgaban, cuadros antiguos y fotos con reminiscencias francesas, suelo de madera sin pulir, puertas acristaladas y envejecidas, trampantojos sobre las paredes, aromático olor a hierbas de la Provenza , cuyos ramilletes secos prendían cerca de un arcón con pan recién hecho. Detalles de candelabros vintage con velas encendidas, una fina cristalería y con cubertería afrancesada. Realmente único y cien por cien aconsejable para una cita con Pablo.

       Mientras se acercaba una guapa joven para preguntarnos por nuestra reserva, miré a mi “viejo” amigo que deleitaba con el lugar elegido. Pablo me retiró la silla cual amable caballero y comenzó a hablar en francés con la joven, a la vez que yo sonreía. Terminado su coloquial momento afrancesado y con cierta intriga por parte mía, le dije:

- ¡Seguro que ya te has enterado de todo! Y yo que vivo cerca de aquí, ni siquiera conocía este restaurante. 

- Pues te cuento: resulta que ha sido votado como “ el restaurante más romántico" en el conjunto de Londres por la guía Harden, por su seductor interior, sus rincones íntimos y su aroma. ¡Está clarísimo! recrean una atmósfera muy francesa y, además, con exquisito paladar. Así que, ¡habrá que degustar los menús de la carta!

- Yo estoy deseando - le informé con gesto de hambruna a Pablo y entregándole la carta en francés. 

-Ana ¿te parece bien que pida algunos aperitivos para compartir y luego cada uno que elija su plato?

-Sí, me parece bien.

       Pasados unos minutos se acercó un camarero, nos sirvió agua y nos preguntó por las bebidas. Antes de que mi acompañante contestara, le dije al camarero: 

- 《Please, I want sweet white wine》(Por favor, quiero vino blanco dulce)

- 《Jurançon, for example》. 

- Perfect - dije mirando al camarero.

- And you? - le preguntó el camarero a Pablo.

- I prefer a red wine. Is it possible a "Château Roques Mauriac"?. (Prefiero vino tinto. ¿es possible..?)

- Yes, it's possible.

       Tal como pronunció ese nombre sonó a uno de los mejores vinos de Francia, pero como la elección y criterios en el mundo vinícola es muy subjetivo y depende del gusto y paladar de cada uno, pues decidí no hacer ningún comentario. Sin embargo, mientras Pablo seguía estudiando la carta yo comenté: 

- ¿Sabías que el vino es afrodisíaco para las mujeres?

        Pablo levantó la mirada, alzó el ceño y sonrió. 

- Pues, ¡si lo sabía!, pero soy todo oídos.

- Ja, ja, ja - me ruboricé al mismo tiempo que le iba contando lo siguiente:

“Hace tiempo que leí un artículo de la Universidad de Florencia donde se informaba que habían seleccionado tres grupos de mujeres entre dieciocho y cincuenta años, las que consumían entre una y dos copas, las que bebían menos de una copa diaria y las abstemias, a todas ellas, le hicieron un cuestionario, y el grupo que presentó mayores índices de deseo fue las que tomaban una o dos copas diarias. Por tanto, la conclusión médica a la que llegaron fue la relación potencial entre ingesta de vino y mejor sexualidad” - comenté.

- Si, pero resulta que el vino debe ser "tinto", red wine, y tú "my little darling", has pedido vino blanco, o sea, white wine. 

- Oh, my God! ¡me he equivocado! En la próxima copa cambio de color. Quiero pertenecer al grupo de mujeres que se lo pasan pipa.

- Ja,ja,ja...- se escuchó una carcajada de mi querido amigo.

       En ese instante apareció el camarero con las bebidas solicitadas, a la vez que ambos reíamos. Pablo comenzó a pedir aperitivos:

- Le foie gras pôelé et don verre de Monbazillac.

- Les escargots.

- Les asperges -au beurre fondu, sauce hollandaise ou froides à la vinagrette.

       Interrumpió un momento para mirarme y me dijo: 

- Creo que estos aperitivos para compartir están bien, ¿no?

- Sí, está bien, porque yo voy a pedir el plato que da nombre al restaurante: 《La poule au pot》.

- Perfecto, buena elección. 

       Y continuó hablándole al camarero para informarle del resto de platos que probaríamos.

      Yo me embelesé con su voz y tono francés, me pareció tan sexy ese instante, que me despreocupé por el arte culinario. La cena transcurrió entre momentos divertidos, sinceros y verdaderos, degustando y compartiendo las exquisitos platos de tan “romantic place” y diciéndonos ambos “BON APPÉTIT”. De fondo, en el hilo musical, comenzó a escucharse la magnífica canción de Adele, “Someone like you” -Alguién como tú-. Agudicé mis oídos y gesticulé a Pablo con cara de “me encanta” y con un dedo señalando hacia arriba, a ninguna parte, para que prestase atención a la música, a la letra, a “mis señales”. Fascinada en una melodía melancólica, en un ambiente relajante y soñador y con mi mirada fija puesta en sus ojos verdes, la canción pareció sonar más fuerte y con un silencio por parte de los comensales del restaurante, como “si los ángeles del cielo en cuadrillas” revolotearan por encima de nuestra mesa adormilando al mundo, y se escuchó:

You know, how the time flies” (Sabes, cómo el tiempo vuela)

       Y sin más, decidí hablar de mí; ya que, sinceramente, era incapaz de besar o de decir un “te quiero” si la persona que estaba en frente de mí, pues no me conocía. ¿Cómo escuchar una letra dónde a veces el amor dura, pero otras en cambio duele? Así que respiré profundamente y dije:

- Pablo, tengo tres hijos, estoy casada oficialmente, con caótica vida matrimonial de infidelidades, grandes silencios, vidas separadas por profesiones laborales de ambos, y preocupaciones por entrar en guerras judiciales. Mi hija mayor estudia en un exclusivo internado católico, en el corazón de Berkshire, “St. Mary´s School Ascot”, aproveché que una amiga suya del cole se marchaba un año por traslado de trabajo de los padres y viendo que ella estaba ilusionada por el planteamiento que le hice, de estudiar en dicho centro, convencí a su padre para matricularla, ¡sabiendo que Londres es uno de los centros de trabajo mío!, y que siempre que estoy aquí, la visito; ¡un acierto total!, ella está encantada y le he evitado con su edad preadolescente, situaciones incómodas; la mediana, se amolda a cualquier situación y lo mejor es que, dialoga todo lo que le pasa, conmigo y con su padre, siendo fácil llevarla al camino correcto. Y el pequeño es travieso, divertido y muy activo. 

       Transcurrieron minutos de silencio, mirándonos a los ojos e ingiriendo, ambos, algo más que un sorbo de nuestras copas de vinos. Y con gesto sorpresivo, Pablo hizo un amago de hablar, sin articular palabra. Así que, me anticipé diciéndole:

- ¿te has quedado sin palabras?, ¿no te lo esperabas?

- No, no es por eso. Es por cómo me lo has dicho, perdona, no estaba seguro si soltar una carcajada o por contrario, llenarte la copa de vino y decirte que te la tomes de un solo trago.

- Ja, ja, ja. Pues, ambas opciones me parecen estupendas. Voy a pedirme una copa y esta vez, de “red wine”, ya sabes que he decidido ser del grupo de las que se lo pasan “pipa”.

- ¡Pues genial, te lo mereces!

       Le sonreí, a la vez que llamaba al camarero para solicitarle dicha petición. Al girarme, nuevamente, vi a Pablo con ganas de preguntarme algo, y le dije:

- Dime algo, please.

- Únicamente saber, ¿por qué no me lo contaste en All Bar One?

- Pues, no sé. Tú te sinceraste y yo, escuché. Cada persona necesita hablar de su privacidad en determinados momentos. Hablé de mi trabajo, mi gran escape, pero, en ese momento, pues ¡no sé!... disfrutaba de tu compañía y no me apeteció contarlo. ¡Aún, no sé por qué no lo hice! – afirmé con pausada voz mirándole fijamente a los ojos.

- Me parece bien. Realmente pienso como tú. Hay determinados momentos en la vida privada o laboral, que se afrontan de forma diferente según la personalidad y carácter de cada uno. ¡Es lógico y respetable! Y creo, que una vez sincerada, deberíamos dejar el tema apartado y brindar por esta noche tan viajera; ya que de Rusia y sus acordes, nos hemos trasladado a una aromática Francia.

- Pues, brindemos. – y levantando copas en manos con el sonido suave del cristal, dije: ¡Por nosotros y nuestros proyectos!

- Por nosotros, rubita linda- dijo Pablo con tierna sonrisa y como siempre, con cuatro palabras y una coma.

- Gracias, Pablo, por aparecer en mi vida – dije mirándolo a los ojos y sin parpadear.

       Cuando terminamos nuestra cena en tan agradable restaurante, nos dirigimos paseando a mi apartamento sito en Cheyne Walk. Un precioso edificio, de finales del siglo diecinueve, junto al puente de Albert Bridge Garden, que la empresa me lo ponía a mi disposición, dada las grandes temporadas de trabajo que me pasaba en Londres. Carlisle Mansions están situados a la espalda de la catedral de Westminsters, un área dominado de edificios victorianos y zona residencial, sorprendentemente tranquila, pero está a pocos minutos del ajetreo y el bullicio de la estación de Victoria y las numerosas tiendas y restaurantes a lo largo de esta calle. 

       Giramos a la derecha por Pimlico Road y tras andar pocos metros, penetramos en Royal Hospital Road cercano al río, con un viento agradable y húmedo que despejaba cualquier duda sobre ese feliz momento. Abrazados y sin conversación alguna, nuestro paseo se interrumpió a la altura de Chelsea Embankment, junto a una cabina roja de teléfono típica británica, en la esquina con Albert Bridge y dónde me pareció un marco único para retratarnos y hacernos una foto. 

- Un selfie, quiero un selfie – dije en tono infantil.

- Pues, claro, Ana – dijo efusivamente Pablo.

       Y situando el móvil en el marco más idílico para ese instante, nuestras miradas se entrecruzaron y surgió un grandioso beso que para nuestra posteridad quedó fotografiado. Pero, tras éste, vinieron otros muchos igualmente pasionales, una compenetración total, una sensación exclusiva y un derroche de entrega. Las caricias rodaron por todo el cuerpo, las palpitaciones aumentaban y las ganas de dar rienda suelta al amor eran evidentes. Cada vez que nos mirábamos nos besábamos y los pocos metros que nos separaban de los lujosos apartamentos se hicieron agradablemente largos.

       Situados frente a Carlisle Mansions, Pablo los observó detenidamente con cara de fascinación, mientras yo introducía la llave en la cerradura de la puerta de la entrada. Lo miré nerviosa y le pregunté:

- ¿Te gusta el edificio?

- Sí, es de 1.886 lo acabo de leer y me imagino tantas historias vividas tras esos muros. ¿Te imaginas vestida con esos maravillosos trajes? – cuestionó Pablo sonriendo.

- Perfectamente. Es una época en la que creo que, por mi carácter, encajo. Además, esos vestidos y ese glamour, pues me fascina. Pero, cómodo, no es el mejor adjetivo en el vestir de esa época. Dije mientras atravesaba el umbral de la puerta.

       Fue entonces cuando le miré, le besé y le dije que me gustaría volver a repetir tan magnífica velada. Y tras un silencio me respondió en voz baja:

- Pues lo dicho, repetimos.

       Como, ¡no!, con cuatro palabras y una coma.


miércoles, 24 de junio de 2015



Capítulo 4: BOMBYX MORI

        A la hora exacta de mi cita me encontraba en el ascensor del edificio bajando al hall para encontrarme con Pablo. Recordé que tenía que avisar a Lisa para que enviase a mi domicilio la ropa y los zapatos que me pondría en el evento de esa noche; mientras, un tremendo nerviosismo invadió mi cuerpo y sentí un cosquilleo de estómago, como si diez Bombyx mori o gusanos de seda,  se hubiesen despertado en mi interior. Respiré profundamente y conseguí apoderarme de la situación. Cuando el elevador se paró en la planta baja y se abrieron las puertas, únicamente aprecié la silueta varonil de mi viejo amigo. 

- Hola, ¿qué tal?- dijo Pablo mientras me saludaba con un beso en la mejilla.
- Hi! Fine, and you?- contesté muy risueña en inglés.
- Pues dime, ¿dónde nos tomamos ese té británico o café que me has dicho por teléfono?
- Un lugar único y con encanto. ¿Nos vamos andando o prefieres metro?, pregunté.
- Prefiero andar, hace una tarde agradable, pero tú mandas- insinuó.
- ¡Genial!

        Comenzamos el trayecto dirección hacia Salters’ Hall Ct. para continuar por King Willian St. y cruzar el río Támesis por el puente de Londres, para llegar a Shad Thames. En veinte minutos, habíamos llegado a nuestro destino sin apenas darnos cuenta entre risas, preguntas, respuestas y cotilleos. 

- Butler's Wharf Chop House, ¡nuestro destino!. He reservado en la terraza una mesita para un café y un delicioso postre con vista al maravilloso Tower Bridge. ¿Te parece buena opción?- dije.

- Mejor imposible, y ...muy gourmet- afirmó Pablo.

        Nada más entrar, un serio pero amable camarero, nos condujo a nuestra mesa y cuando nos preguntó qué íbamos a tomar, me adelanté a Pablo pidiendo:

  “One ristretto and one latte coffee with Bramley Apple pie and sticky toffee pudding, thank you”.

Miré su cara de sorpresa y con gran expectación esperé a ver qué me decía.

- Ufff… pero ¡si recuerdas cómo me gusta mi café!
- ¡Claro!, ¿Por qué no lo iba a recordar? 
- Han pasado muchos años y podías haberlo olvidado.
- Ya. Pero, recuerdo una tarde en la que un chico incorregible tomó prestado en una cafetería una taza de porcelana blanca con las medidas de cantidad de café y sus nombres en italiano y dicha taza apareció en mi mochila por error.
- Jajaja ¡lo acabo de recordar!
- Pues a mí no se me ha olvidado.
- Perdón, eran otras edades.

       Mientras conversábamos amigablemente el camarero nos sirvió y degustamos una repostería exquisita en un marco incomparable, con vistas al río y al maravilloso puente londinense levadizo con sus dos torres de sesenta y cinco metros de altura. Mi culto amigo y gran aficionado al cine me nombró películas como Sherlock Holmes, La momia, Harry Potter y la Orden del Fénix, entre otras, en las que salía dicho monumento. Conversando me vino a la mente que no había contactado con Lisa y disculpándome, le dije:

- Oh! Acabo de acordarme que debo llamar a la oficina – y mientras marcaba en el móvil levanté mi mirada hacia sus ojos y volvieron a aparecer cientos de gusanos en mi interior.
- Lisa, perdona, necesito que me lleven a mi dirección la maleta que dejé en mi despacho, el portero ya está informado de ello.
- Mrs. Fernández, la maleta ya la tiene en su piso.
- ¡qué efectividad!, gracias.

      Descolgué el móvil mirando a Pablo de reojo y aprecié un gesto con su cámara del móvil, y una sonrisa pícara que me focalizada.

- Pablo, ¿no me habrás hecho una foto, no?- dije con tono humorístico.
- Pues sí, lo has adivinado. Simplemente quería tener una – me afirmó él.
- Bueno, es que no me gusta, pero… ok- comenté a la vez que me reía.
- Por cierto, no la vayas a mandar a ninguna red social – volví a mirarlo con cara de “espero que no lo hayas hecho aún”.
- Ja, ja, ja ¿cómo eres?, no has cambiado nada- insistió con su tímida mirada.
- Pues no, soy la misma y aunque llevo una vida algo caótica siempre la tengo controlada, aunque deberías de saber más aspectos de vida – dije a mi amigo con cierto aire de intriga.
- Y, ¿a qué esperas para contármelo?, necesito saber todo de ti y recuperar los años perdidos. – susurró en voz baja cerca de mi pabellón auditivo.

        Giré mi cara a la izquierda adosando mi barbilla a la suya y mi pulso se aceleró, junto con un cosquilleo estomacal, provocando en mí una necesidad imperiosa de un pasional beso, una inolvidable caricia o una seductora mirada. Acaricié lentamente su rostro con mis dedos hasta llegar al labio inferior sin que nuestras entrelazadas miradas se perturbaran, fueron segundos mágicos y únicos, en los que una despistada brisa atravesó un estrecho espacio generado por ambos cuerpo,  que para nada impidió, ese momento sensual de unir sus labios con los míos. Fue único, ardiente, irresistible e impulsivo. Después de sentir ese “grandioso” instante, respiré hondo y miré fijamente a Pablo, quién me había cogido la mano y me la acariciaba. No supe que decir, pero en mi interior había ganas de amar, de seducir, de conquistar,… me dije a mí misma: “AMO a este hombre”. Y le sonreí con gran complicidad.

- Ana, ¡tus besos son inimitables! Nadie me ha besado nunca así, he sentido algo único… ¡quiero muchos más! –expresó con un ronca voz.
- Vaya, pues quizás tengas más. –comenté avergonzada.
- Muchos más.- apuntó Pablo.

    Ambos sonreímos y hablamos de viajes, de trabajo, de dificultades, pero también, de proyectos e inquietudes. Hablé largo y tendido de la moda, las modelos más cotizadas en este momento, de las medidas y siluetas de vértigo de alguna de ellas, del front row, de la influencia del cine o de las obras de arte, de la cultura, de las primeras damas y las aristócratas, etc. Reconocí que el estilo de la mujer actual es más cómodo, práctico, urbano y casual; pero, ¡cuán magníficos fueron los modelos de New Look de 1947 de Christian Dior!, quién llenó la vida de fantasía con su primera colección de Alta Costura en París, realzando el busto, ciñendo las cinturas y creando faldas de bailarinas. Y es que no debemos de olvidar que Dior se burló de la pobreza y de la falta de tejido de la posguerra. Y es que yo me planteo en la situación actual de “CRISIS” ser una revolucionaria de la moda y adoptar ese estilo romántico, aunque implique volver a un corsé y a los forros de la Belle Époque, ser una vendedora de sueños sobre tacones de aguja y sombreros tipo platillo volante. 


     Todo este enfoque nos proyectó en temas políticos, en la moneda única y ver otras situaciones económicas en otros puntos de Europa.

        Hubo momentos de ternura y de delicadas palabras personales, entre ambos, que transmitían cruce de destinos y de años de silencio. Pero, siempre con ese toque de humor que inevitablemente tiene la gente del sur, aunque puede llegar a ser tan pasional y erótico sólo con una mirada. 

      En uno de esos instantes y apreciando un cielo londinense en tono “royal blue”, hice un gesto al camarero para que me cobrara de mi “credit card”. Pablo intentó que el camarero le cobrase a él, pero mi fija y penetrante mirada sobre dicho señor, hizo que éste, no se lo pensara. Y, mientras firmaba el ticket de la consumición, ratifiqué sin más:

- Pablo como el Hotel ME en el que te alojas está muy cerca del Royal Opera House cuya dirección es Bow St., Covent Garden, si te parece nos vemos a las siete y media en la terraza-bar del anfiteatro. 
- Perfecto, allí estaré.- dijo con cierta entonación en sus palabras.

http://www.melia.com/es/hoteles/reino-unido/londres/me-london/index.html

   Mientras salíamos de Butler's Wharf Chop House despidiéndonos de los camareros y aproximándonos a la parada de metro más próxima para ir a nuestros diferentes destinos, Pablo me arrulló en un tierno abrazo con un dulce y largo beso, y allí permanecían nuevamente instalados en mi barriga esos “Bombyx mori”. 

- Adiós, amigo- dije alejándome lentamente y separando poco a poco su mano de la mía.
- Adiós, algo más que amiga- insinuó él.

  Y pasando mi Oyster card por el lector amarillo de la estación, miré para detrás, y allí estaba él, mirándome, y haciéndole un gesto de extrañeza con mi cara, le dije con sonrisa modesta:

- Recuerda, ¡puntualidad británica y gentleman en vestimenta!, bye bye.

  Y me perdí entre la gente por el subterráneo.


jueves, 18 de junio de 2015

BE AFRAID NOT TO TRY! Cuatro Palabras y una coma) III cap.



Capítulo 3

BE AFRAID NOT TO TRY!

A horas vespertinas me dispuse a entrar en mis aposentos, relajarme con una refrescante ducha, y tras ésta, un camisón que me indicaba donde estaba mi espacio en ese momento. Me introduje felizmente sobre las sábanas de la viuda de tolrá, del ajuar comprado por mi madre, durante unos años. Y encendí la televisión para no volver a pensar en lo sucedido; sin embargo, noté vibrar el móvil y supe que un SMS había llegado a mi bandeja de entrada. Me dio pereza levantarme, pero mi curiosidad era total; así que, decidí alcanzar como pude el asa del bolso sin salir de la cama, y una vez atrapado, leí el mensaje entrante. Mi cara deslumbró al percibir que era Pablo dándome las buenas noches, y sin pensármelo, le contesté con cuatro palabras y una coma:

- “Buenas noches, mañana hablamos”

  Pasado unos segundos comprendí que el insomnio iba ser mi mejor compañero de la noche, y por un momento decidí que mejor llamar a Pablo que soñar despierta. Abrí el cajón situado en la mesa más cercana a la cama y saqué un gadget de color fucsia que aún no había estrenado, regalo de una importante firma de telefonía móvil. Cuando estaba conectando el auricular al teléfono, me surgió una gran duda de si debía hacerlo o no. ¿Pero, yo soy chica de decisiones efectivas y acciones inmediatas?- me dije a mi misma. Tumbada escuché todos los mensajes que me habían dejado en el teléfono fijo de casa y… ¡sorpresa! mi madre protestando: ¿por qué no llamas? No sé nada de ti desde hace unos días. Papá dice que no le descuelgas el móvil, etc.

  Salté de un brinco y apagué el contestador. Respiré hondo y profundo, y marqué el teléfono de casa de mis padres, me pareció justo llamarles y dedicarles unos minutos.

- Hola Papá, ¿qué tal? ¿y mamá? – hablé adormecidamente.

- Bien hija. Te hemos llamado varias veces y te he dejado diferentes mensajes. - Dijo mi padre en tono rancio.

- Ya, pero he tenido reuniones y sabes que no puedo coger el móvil – murmullé con voz amodorrada.

- Bueno, ¿todo está bien? ¿tienes próximamente algún viaje?, ¡sabes que tu madre se pone nerviosa cuando no sabe de ti durante varios días! Llámala, por favor, ¡no cuesta tanto!- me reprochó antes de lo que yo pensaba.

- O.k. - le dije - ¿se puede poner ahora?

- Sí, claro. Buenas noches, hija.- Se despidió mi padre.

- Buenas noches, papá. –Le comenté cuando noté su ausencia en el auricular.

- ¡Hija! Menos mal que te has acordado de tus padres. Ayer charlé con tus hijas y tampoco sabían mucho de ti. Podías contactar con alguien. ¿Te dijo tu secretaría que había llamado a la oficina?...- discutía mi madre con ferocidad.

- Pues… sí, claro, pero es que estoy muy liada con el final de mes, además, ¡sabes qué es época de mis comienzos de viaje!, ¿no?- intenté calmar la situación.

- Bueno, hija, ¿qué tal todo?- pretendió tener una conversación amigable.

- Pues, fenomenal, ¡no me puede ir mejor!- afirmé con un cambio de tono en mi voz.

- Pero, ¡cuéntame!, ¿dónde te marchas ahora?, ¡sabes que me encanta tu trabajo!- preguntaba entusiasmada mi madre.

- Pues, a primeros de Julio viajaré a París, luego a Los Ángeles, New York y Madrid, pero no me preguntes las fechas porque, ya sabes, que eso lo lleva Naomi- dije con un pequeño bostezo.

- Bien, pues nosotros estaremos el mes de Julio, como siempre en Cádiz. Así que, ¡haz un hueco de varios días en tu agenda y te vienes con los niños a pasar unos días con nosotros!- impuso la buena señora sin titubear.

- Bueno, lo intentaré; pero… -dialogué como pude ante la interrupción de mi madre.

- ¡Nada de pero! Inténtalo y me llamas. Hasta mañana, hija. – Insistió a la vez que se despedía.

- Hasta mañana madre. Besos a todos. – Me despedí con somnolencia.

  Normalmente, tanta imposición hacía que me mordiese las uñas, y los nervios se apoderaran de mí; pero, ahora con la nueva pintura shellac sobre ellas, no me compensaba eliminar una obra de arte que había realizado mi colega Rachel en su estudio de belleza. Así, que sin más, me dormí.


A la mañana siguiente, apagué el despertador con gran energía, planté sobre el suelo mi pie derecho y con entusiasmo me acerqué al vestidor, fue inevitable que mi primer pensamiento fuera la entrada triunfal de Pablo en el ascensor y descubrí que tenía que ponerme ideal, por si nuevamente aparecía en dicho elevador tan atractivo hombre de cuerpo escultural, ojos verdes con pelo castaño y ondulado. Así que me decanté por una minifalda fruncida con una ancha cinturilla, a juego con una cazadora tipo bomber de estampado liberty, combinada con punto en color azul Klein, y top tipo halter, confeccionado en crepe en igual tono y con gran lazada en el cuello, zapatos tipo cuña con tiras de cuero abrochados con cadena en el tobillo, un gran brazalete de cuero marrón con flor camelia en centro y una cartera-documentos, de tamaño A4, del mismo tono que el brazalete y diseño similar a un sobre de correo postal, realizado por mí, en mis años de estudios en la escuela de moda de Londres. Un efecto vistoso y a la vez juvenil, para un día de trabajo en la City. 





  Me fui caminando hacia la parada de metro más próxima, e hice un stop en una cafetería para un rápido desayuno, mientras leía el periódico. Me parecía un reflejo de una situación insostenible y de un pesimismo psicológico creado en todos los sectores. En cada una de las columnas del diario repetía la palabra CRISIS económica, CRISIS financiera, CRISIS mundial, CRISIS europea, CRISIS en la Bolsa… y pensé:
- ¡para qué leer el panorama en el que vivimos! 
La cifra estadística del paro en los países europeos alcanzaba unos límites históricos y dí las gracias a Dios, por ser tan afortunada. 


  Cuando llegué a la esquina del edificio donde trabajo, miré para ambos lados; quizás, esperando un pequeño encuentro matutino con Pablo. Pero, la realidad llegó a mi mente y me alegré de que así fuese. Subí a las oficinas de Royal Protocolare Ltd. e hice una entrada muy sensual por el pasillo de la planta, a la vez que dije: 

-¡Buenos días!, Lisa, ¿podrías avisar a Peter, Cocó y Clemente para dentro de un cuarto de hora en mi despacho? 

- ¡Buenos días!, por supuesto, Mrs. Fernández, ahora mismo contacto con ellos.- dijo Lisa con gran amabilidad.

  A la hora indicada fueron entrando uno por uno y saludando efusivamente. Nuestro trato era cordial y se apreciaba que las cosas iban bien. Preparamos todos los documentos necesarios para la convocatoria de accionistas, y delegué en Cocó todo lo concerniente al tema financiero y llevanza de cuentas para la aprobación o no de dicha fusión. Tras ello, observé que Lisa había colocado encima de mi mesa un post-it con un nombre de mujer – Catherine – y un teléfono de móvil. Me intrigó quién sería y marqué el botón uno de conexión con la mesa de Lisa y tras ella descolgar y preguntarme qué necesitaba, le comenté:

- Lisa, ¿quién es Catherine? Tienes apuntado el número del móvil, pero no me indicas la razón y además, no tengo ninguna amiga llamada así.

- Ah! Se me olvidó escribirte que ayer tarde recibiste la llamada de una señora francesa, la cual me informó que es propietaria de una firma de ropa femenina juvenil. Dijo que estaba buscando a una estilista, para un cambio de imagen global en su empresa, y que necesitaba cuanto antes que te pusieses en contacto con ella. 

- Bien, y… ¿te dijo algo más?

- No, sólo eso. Insistió que fueses tú quién la llamase. 

- Gracias Lisa, en breve, la llamaré.

  Observé como Peter escuchaba atentamente mis respuestas, pero cómo no era muy fiable y sabía que fisgoneaba entre mis papeles, no le hice comentario alguno, al respecto.

  Cuando me quedé sola en mi despacho tras haber encomendado las funciones entre mis colaboradores, me puse de pie y marqué el número del móvil de tan intrigante llamada. Siempre estaba acostumbrada a clientes particulares o empresas de sectores sociales, celebraciones de ONG, bodas de alto standing, protocolos, revistas de moda, entrega de trofeos, etc. Y mientras pensaba en ello, descolgaron el móvil diciendo: 

-Aló!


- Buenos días, mi nombre es Ana Fernández, de la empresa Royal Protocolare Ltd. y me ha informado mi secretaria que me pusiera en contacto con usted lo antes posible. - Dije dándole importancia a mi pronta respuesta.


- Gracias Mrs. Fernández por llamarme. Me gustaría reunirme con usted para plantearle una necesidad imperiosa que, actualmente, tenemos en nuestras oficinas. Nuestra empresa tiene una marca patentada, de ropa juvenil femenina, llamada PORTO VELHO. La problemática está en el departamento de diseño y ¡claro!...llevamos un tiempo buscando diseñadores y…- dijo molesta y en tono francés la señora.

- Y ¿cuál es el problema? – dije para que terminara la frase anterior.

- Pues, de eso prefiero hablar en su despacho, ¡a solas! De acuerdo, ¡a solas! – insistió por dos veces tal requerimiento.

- Claro, por supuesto, déjeme mirar mi agenda… - y pasados unos segundos le comenté: “¿podría reunirse conmigo mañana a las cuatro y media de la tarde?

- Allí estaré. Muchas gracias. –me despidió dicha desconocida.

- Hasta mañana - finalicé la conversación telefónica.

  Mi mente se bloqueó porque no entendí la privacidad de la cuestión, pero no quise darle mayor importancia así que, nuevamente, marqué desde el teléfono de mi oficina, el número uno, que me contactaba con Lisa y le dije:

- Confírmame, por favor, si hoy me puedo ausentar a partir de las cuatro. 

- Pues, ¡déjame que mire!- creo que si te adelanto la elección de los vestidos para Anna Digne y su hermana Clara, para el próximo evento organizado por la firma Burberry (http://es.burberry.com/) en colaboración con la galería de arte contemporáneo Serpentine (http://www.serpentinegalleries.org/, y a la vez, organizas con Peter el reportaje y entrevista exclusiva con la heredera del imperio italiano Minotssi; ¡quizás, te puedas marchar! – me advirtió inciertamente mi confidencial colega.

- Pues, contacta con Peter y que se reúna conmigo lo antes posible. Dile que a las cuatro en punto tengo un compromiso fuera de las oficinas. – Hablé rotunda y decididamente. 

  Mientras, Lisa gestionaba mi última petición, noté vibrar el bolso. Me levanté de un salto de la silla, cual acróbata circense, y aprecié quién era. Sólo leer el nombre y apodo que le había escrito, ya me temblaba la voz: Pablo, el incorregible.

- ¿Diga?- contesté disimulando.

- ¡Hola, soy yo! – con tono frágil.

- Hola Pablo, ¿qué tal? ¿estás trabajando?- pregunté absurdamente.

- Pues, lo intento; pero, resulta que me he acordado del día de ayer y me pregunto cuándo vamos a repetirlo- insinuó directamente.

- ¡Bien! …pues ¿cuándo quieras o puedas?- sonreí a la vez que titubeé.

- Hoy – dijo Pablo con gran énfasis en dicha palabra.

- Vale, probablemente salga a las cuatro, te lo confirmo y nos tomamos un té.

- Perfecto, espero tu mensaje.

- See you later! – dije con un halo de felicidad en mi mirada perdida observando un cielo azul con nubes de algodón de color blancas desde gran la ventana de despacho.

- Have a good day!- me contestó mi incorregible y adorable amigo.

  En ese momento e interrumpiendo un simbólico segundo de un tiempo infinito, que casi alcanzaba la sensación de hacerle vivir a uno, un sentimiento de placer casi extasiado, aporrearon en la puerta, con un “SORRY”.

- Entra Peter – dije con ceño fruncido mientras lo veía de cuerpo entero delante de mi mesa.

- Me ha comentado Lisa que te marchas antes de las cuatro, así que dispuesto a comenzar la selección de prendas para las clientas – dijo con su característico tono agridulce mi enigmático director de moda.

  Fluía el trabajo creativo de ambos con una facilidad envidiable y los percheros se completaban con diseños seleccionados, cuales obras de artes fueran, de diferentes casas de moda, separados según los gustos, estilos y caracteres de las clientas que iban a lucirlos. Cada quince minutos, y sin percibirlo, levantaba el brazo izquierdo para observar la hora exacta de cada instante vivido y el acercamiento a la hora de salida del trabajo para volver a reunirme con Pablo. Detalle apreciado por el observador Peter, quién tiernamente me miró a los ojos y me dijo:

“Don´t be afraid to fail. Be afraid not to try”

(No tengas miedo al fracaso. Ten miedo a no intentarlo)


  Mi asombrosa cara reveló signos de contradicción. ¿Cómo me podía decir eso? ¡Acaso yo había comentado algo con mis compañeros! ¿Puede un tierno beso dejar tanta huella? ¿Y cómo sería antes mi cara para reflejar ahora tanta ilusión? Supuse que eran demasiadas cuestiones sin aclararlas, y decidí preguntarle:

- Peter, ¿por qué me has dicho esa frase?

- Ana, ¡sólo hay que mirarte para ver el brillo de tus ojos! – exclamó mi súbdito- Aprecio de ayer a hoy un cambio significativo… ¿no sé por qué? pero tienes esa mirada encendida, esa sonrisa nerviosa y pendiente constantemente del móvil. No sabemos mucho de ti en la oficina, pero tu estrés era por trabajo, por problemas familiares y por tus asiduos viajes, un día te levantas y trabajas en París o Londres otro día asistes a la audición de violoncello de tu hija, pasando previamente por las oficinas centrales de Madrid, organizando eventos en cualquier parte del mundo y acompañando a tus clientes. Hoy has entrado como si un tsunami te hubiera elevado de las profundidades al exterior. 

- Pero, Peter, es increíble que precisamente tú me digas esto. Apenas dialogamos que no sea por motivos estrictamente laborales; no obstante, me alegra saber tu percepción y te agradezco enormemente que me aconsejes con tan buenas opiniones. Esa frase es increíble, ¡de verdad que así lo pienso!

- Perdona Ana, pero mi experiencia en la vida no ha sido como un camino de rosas, he muerto y resucitado muchas veces, pero hay que vivir con intensidad y debes pensar que no siempre todo lo que está a tu alrededor va a existir. Recuerda esto:

“Everything in life is temporary. So if things are going good, enjoy it because it won´t last forever. And if things are going bad, don´t worry. It can´t last forever either.”

(Todo en la vida es temporal. Así que si las cosas van bien, disfrútala porque no va a durar para siempre. Y si las cosas van mal, no te preocupe. No puede durar para siempre)

- ¡Uffff!- dije sin más, mirando el reloj.

  Peter me agarró suavemente la muñeca, fijando su mirada en la hora y me dijo de nuevo, una mediática frase:

- “No mires hacia atrás a menos que puedas sonreir, no mires hacia el futuro a menos que puedas soñar”

  Mientras giraba para salir por la puerta del showroom en el que nos encontrábamos con amable sonrisa nos dijimos un ¡hasta luego!, de gran complicidad, que me supo a gloria. Pero un repentino huracán proveniente de la apertura de la puerta hizo que mi cabeza girase y volviese a apreciar la silueta de dicho personaje.

- Peter ¿qué más me vas a decir?- dije sonriente.

- Llama a Lisa y confirma la asistencia para dos en el Royal Opera House, debes asistir al concierto de Rusia Romántica. Y voy a decirte qué traje debes de llevar puesto, maquillaje y peinado; avisa a tu acompañante para que no se descuide en el atuendo.

- Ja,ja,ja -solté una carcajada.

  Alcancé mi móvil y marqué sin titubear a Pablo, mientras el sonido de llamada marcaba, mi respiración se entrecortaba y es que puedo asegurar, que nunca antes me había sucedido algo así.

- Hola- me dijo con voz baja y algo nerviosa.

- Hola Pablo- dije con gran seguridad.

- ¿Te gusta la ópera?- pregunté antes de confirmar nuestra asistencia a dicho evento.

- Me encanta Ana, ¿has conseguido entradas para Rusia Romántica? 

- Sí- dije con gran afirmación- observo que estás totalmente al día de las carteleras y estrenos; así que si te parece bien, nos tomamos un té en algún histórico lugar de esta maravillosa ciudad y concretamos para esta noche,¿o.k.?

- Perfecto, pues ¿te parece bien que nos veamos a las cuatro y cuarto en el hall de tu edificio de oficinas?

- Sí, claro, abajo estaré a esa hora.

- Hasta dentro de un rato, Ana.

- Pues hasta luego, viejo amigo.

  Me levanté de mi asiento y me acerqué a los despachos de cada uno de mis colegas de equipo para comprobar que el trabajo salía para adelante sin problema alguno y es que, de los ingleses hay mucho que aprender, sobretodo en la rigurosidad y puntualidad de las fechas planificadas en los proyectos que se van ejecutando; pero, también ellos deben de aprender mucho del carácter español, y valorar los esfuerzos con celebraciones y no sólo con beneficios a final de año.

  Caminando por el pasillo escuché una voz varonil con toque humorístico que decía:

- Mrs. Fernández la necesito en vestuarios.- ahí estaba Peter, con su aire british del buen vestir hecho un pincel y queriendo convertirme en una gran reina.

- Soy toda tuya, Peter- dije sonriendo y con aires de grandeza.

  Los minutos transcurrieron con risas y diversión, ¡qué diferente es estar en el otro lado de la película!, que sugieran tu estilo o disimulen tus imperfecciones con colores, rayas verticales, cortes asimétricos, tejidos de gasas con gran caída, para alargar la figura, o vaporosos, con toque princesa y escotes de ensueño según el rostro de cada una. 

  Y es que no podemos olvidar el aspecto socioeconómico de la moda, de nombres históricos y revolucionarios del mundo textil, con una cronología en el tiempo, dónde según el vestir de la época reconoces la clase social o estamental de la persona que lo lleva. Mientras me probaba diseños de marcas, comenté con Peter los fabulosos bordados de los siglos XVI y XVII, en petos y jubones, los chapines o zapatos de plataforma, diseñados para que las damas no se mancharan las faldas de barro y algunos tenían una elevación sobre el suelo de unos 50 cms. Nos imaginábamos ambos en la corte de Luis XIII de Francia, yo describí a Peter vestido con un conjunto de jubón y calzas de satén de seda, valonas y puñetas de encaje con guantes largos bordados, un gran sombrero de ala ancha con pluma y botas acampanadas con vueltas de encajes de aspecto opulento, muy a la moda de la época parisina del siglo XVII. Mientras que Peter, me introducía por mi fisionomía en una moda neoclásica que se inspiraba en la sencillez de la Grecia y la Roma Clásicas; con un look de talle alto con corte imperio en tejido fino de tono claro, un juboncillo “Spencer”, chal de cachemira de dibujos de palmas de la región asiática y capota con flores silvestres de la campiña.


  Probándome un vestido vintage con zapatos de piel dorada, que recordaba a los años locos de la década de 1.920, me vino a la mente una mujer que admiro desde mis estudios de diseño, Madamme Gabrielle Chanel “Coco”, quién logró revolucionar la moda femenina con su “Little black dress” completado con ristras y ristras de collares de perlas; descubrió una silueta más libre y natural y convirtió en distinción una marca que se mantiene en el firmamento de la alta costura. Y siempre tengo presente que mi intensa dedicación al selecto mundo de la moda, me impide llevar una vida de pareja convencional, como le pasó a esta gran dama, quién se entregó, apasionadamente a sus experiencias amorosas. 

  Además, el día en que murió Coco, pues nací yo.