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viernes, 7 de agosto de 2015

Capítulo 6: "Camuflaje"



- ¡London, 20ºC, mayormente nublado con períodos de lluvia! – dijo la presentadora de la BBC Weather.


       Con gesto desapacible abrí el armario para alcanzar un pantalón pitillo de piel, color caqui, con camisa de seda estampada con motivos pasley, pañuelo de seda, bolso color vino de piel de avestruz y salones de rafia con puntera y talón en piel burdeos. Y, ¡claro, cómo no!, un trench beige de Zara, de botonadura cruzada y cinturón de piel marrón. Versión lady con cierto aire de camuflaje en tonos neutros, cómoda, casual y con tendencia a las órdenes de ¡YA!, o de un grito de guerra ¡Rompan filas!




       Presentía que mi día iba a ser gris marengo, asi que, lo embellecí con look militar para la conquista de varias reuniones en la oficina. Y mientras, me maquillaba el ping del WhastApp sonó. Era mi hija mayor quién me escribió:



- Morning, MAMI! Have a good day!





       Me alegró ese instante, pero me preocupó que me escribiera; puesto que no le dejaban utilizar móviles, así que ipso facto respondí:



- ¡Hola cariño! Espero que tú también tengas un maravilloso día. ¿Te ocurre algo?, ¿estás enferma? Me extraña que me escribas tan temprano.


- No tengo un buen día, mami. Y estoy resfriada.


- ¡Vaya! Ya somos dos…

- Pues, tómate un colacao calentito con tostada y un paracetamol.

- Sí, claro, lo haré. ¿Ya sales para la oficina? ¿cuándo regresas a España? ¿vendrás a verme antes de irte?

- Of course. Aún no sé cuándo regreso, ni cuál es mi itinerario, pero seguro que antes de marcharme te doy un gran beso. ¡Anímate, preciosa! Y miremos estos días grises como si fuesen MISIONES DE PAZ. Yo, de hecho, me he camuflado con mi vestimenta, ja ja ja…

- ¡Gracias mami! Eres muy guay. Millones de kisses.

- Pues, un fuerte beso, y no wasees más que te van a llamar la atención. Escribe a tu padre un mail y manda besitos a tus hermanos. ¡Vale!

- Bye, bye.

- Muac! Bye.



       Me dirigí a la cocina para ponerme un té con leche mientras escuchaba de fondo la BBC con las noticias. Pero, lo único cierto, es que sonaba a murmullo, mi mente estaba en otra dimensión. Había pasado una noche anterior inolvidable con una magnífica persona, me había sincerado, no estaba segura de lo que ahora ocurriría, me pasaba por la mente distanciamiento, excusas, peticiones, promesas y angustias. Todo a mi alrededor cambió de color. Pasé del brillo de un diamante a un ónix, sin embargo, necesitaba continuar y mantenerme atenta a cualquier señal que marcase mi destino. Estaba decidida a dar un paso en mi vida.



       Cuando finalicé mi té, me dirigí a la oficina y quise cosquillear a las nubes grises. No me iban a arruinar esa fuerza interior, ¡esas ganas de ser feliz!


       Y de nuevo, llegando a la City, sentí a esos Bombyx mori. Mi estado era un peregrinaje, pero no en el sentido de un hacer un sacrificio, si no más bien, como un recorrido que alguien realiza, de un lugar a otro, con el hecho de buscar o resolver algo. Quizás, yo necesitaba hallar la resolución de mi propio camino, con mi equipaje de virtudes y defectos, poniendo orden a una vida acelerada y plantando cara a los problemas familiares. Y, mientras iba andando con paso firme, una agradable voz procedente de la otra acera, me dijo: 


- Ana, ¿do you want a coffee? 


       Giré la cabeza para encontrarme con el timbre conocido de la voz de Lisa, mi querida y efectiva secretaria, y con movimiento de cabeza afirmé a la vez que decía:


- Buenos días, Lisa.



       En ese instante, una molesta lluvia, comenzó. Y es que, uno de cada tres días del año son lluviosos y, aunque no llueva, los cielos grises y plomizos son un clásico en tierras londinenses. Estoy segura que la ciudad de Londres recibe pocas horas de sol al año, al menos, en comparación a las ciudades del sur de Andalucía, y es por ello, que se le encasille como ciudad con climatología espantosa, y la arrastren a esa fama de ciudad triste y gris; que, sin embargo, París o Amsterdam no la tienen. Y, además, pensé: ¿para qué preocuparme de ese tema ahora?. 


       Entré en Harris and Hoole, una cafetería de camino a la oficina con asiduidad de compañeros de la empresa, pidiendo - como siempre - un café latte de 2.30 pounds. Mi gran persona de confianza y amiga Lisa, me miró comentándome de antemano: 


- Ana, ¿qué tal ayer? ¿te gustó el concierto? ¿y la cena?
- ¡Oh! todo estuvo genial y gracias a Peter y a ti. 
- Sin embargo, ¡jefa! hoy la veo muy tristona. 
- Creo, que es este tiempo tan gris. Y una llamada de mi hija a primera hora, me ha dejado muy pensativa y quizás, un poco agobiada. ¡Debería ir a visitarla!
- Y , ¿por qué no vas? A ella le vendrá muy bien verte y a ti, ... a ti te dará esa fuerza que siempre tienes y que te hace única.
- ¿Tú crees, Lisa?
- Of course.
- Pues, ¡sacaré tiempo e iré a verla!
- Es necesario, Ana.
- Gracias Lisa, eres un amor y todo discreción. Por cierto, mi agenda de hoy está a tope, ¿no? - gesticulando con cara de desesperación.
- Ana, los días complicados y con la agenda llena de clientes que atender, son los días que más rápidos pasan. ¡Vamos a la oficina y disfrutemos de estas complicaciones!
- Pues, tienes toda la razón Lisa. Afrontemos los días grises con todas sus complicaciones.

       Y terminando el sorbito del café latte, mientras dejaba la taza encima del mostrador, recordé esa cita tan intrigante que tenía a las cuatro de la tarde con una empresaria francesa. Fuimos caminando hasta la oficina y una vez en el edificio, entrando en el ascensor, le dije a Lisa:

- Cuando puedas, a lo largo de la mañana, ¿me podrías investigar sobre la firma PORTOVELHO? Creo que quedé con la propietaria a las cuatro y antes quiero estar informada de la compañía.

- No te preocupes Ana, te informaré de todo lo que averigüe. ¡Buen día! 
- Gracias Lisa, igualmente.

        Cada una nos dirigimos a nuestros respectivos puestos y comenzó para mí, una estresante jornada de trabajo con grandes problemas, aunque con una multitud de visita por mi despacho. Todo el equipo necesitaba conocer cómo había pasado la noche, les podía la intriga y querían saberlo de primerísima mano. El primero en aparecer fue Peter. ¡Qué gran personaje por descubrir! Su vestimenta era singular, británica y con estilo clásico, aunque algo chapado a la antigua. Destacaba un chalequillo en tono canela a juego con una corbata de cuadros en lana fina con un coordinado perfecto y camisa oxford beige. Con su saber estar y su aroma de sensualidad mediterránea se sentó frente a mí y me preguntó:

- ¿Qué puntuación le darías al director de orquesta Vladimir  Fedoseyev ? 

- Pues cómo puntuar a uno de los grandes, Peter.

- ¿Cómo valorarías del uno al diez la comida francesa de Poule au Pot Restaurant?

- Comimos fenomenal y el servicio fue de diez.

- ¿Podrías contestarme al siguiente test?

- ja,ja, ja.... - una gran sonrisa con carcajada incluida desbordó en mi interior afirmando varias veces con mi cabeza.

- El acompañante varonil iba vestido correctamente :
a) no     
b) Dejó mucho que desear     
c) Un sastre perfecto

- Mi respuesta, querido Peter es c) , perfectamente vestido con un sastre de Savile Row confeccionado en Mayfer.

- ¿Hubo un feeling especial en una noche mágica?
a) Si     
b) No    
c) Quizás

       Volví a sonreír a la vez que me puse de pie susurrando a mi querido director de moda:

- Quizás hubo feeling, quizás habría que preguntárselo a él también, quizás, quizás, quizás... - contesté con un tono musical de Nat King Cole. Y girando mi ordenador busqué rápidamente en you tube dicha canción.



       Lo que no me podía imaginar es que Peter se levantara y me alcanzara mi muñeca girándome cuál bailarina de salón. Mientras danzábamos, las risas fueron las protagonistas. Le dí un gran beso en su mejilla a la vez que le daba las gracias por sacar lo mejor de mí. Y tras este paréntesis de improductividad laboral, pero de gran subidón personal, abrí la puerta y dije, ¡bye bye! a mi caballero británico. Minutos posteriores y escuchando "Solamente una vez" de tan melódico timbre de voz , me concentré en el estudio de mercado de un servicio que se comenzaba a difundir en nuestros eventos, siendo su target o destinatarios últimos, mujeres de edades comprendidas entre 30-50 años. Abstraída en el análisis del comportamiento del consumidor, estadísticas y captaciones de clientes para satisfacer sus necesidades, una llamada en la puerta me distrajo de finalizar una conclusión de mercado. 

- Adelante, pase - dije con voz seria.

- ¡Buenos días Ana!- me saludó amablemente mi publicista Clemente.
- ¡Buenas días, Clemente!, te iba a llamar ahora para realizar un briefing o informe para una nueva campaña publicitaria y me gustaría que el documento lo elabores lo antes posible. - miré atentamente a mi apuesto joven mientras le entregaba toda la documentación, pero observé que algo le inquietaba, así que le pregunté:

- ¿Necesitas algo más?
- Noooo, claro, estudio la documentación y ya nos reunimos. Ummmm, sólo saber ¿qué tal la reunión de anoche? Te veo muy bien.- Me notificó el gran noble italiano.
- ¡Genial! Dos amigos en Londres, buena música y una cena muy "romantique".- Afirmé con gran naturalidad dejando imaginar el desenlace.

  Desenlace que yo misma quería imaginar. Por un momento alcancé el móvil y decidí mandar un mensaje a Pablo, pero un murmullo de gente en el pasillo, junto a mi puerta, hizo que abriese y cotilleara. Y no me extrañaba nada que las chicas de la compañía estuvieran tan revueltas, puesto que había llegado a la oficina, David Gandy, un top model que gracias a su minúsculo bañador blanco del anuncio que en 2006 lanzó del perfume, Light Blue, de Dolce & Gabbana, se alzó con importantes trabajos y altas cifras monetarias en sus cuentas. Decidí saludarlo e incluso con móvil en mano, le iba a pedir un selfie, para enviársela a mi hija. Un joven muy atractivo y simpático que seducía con su aroma de enebro, pomelo, musgo, mandarina y otros deleites aromáticos. 




       Tras esta algarabía, recibí un sms de cuatro palabras y una coma, que decía:


       " Buenos días, lady girl"